Situada en la parte llana de Vila Assunção, barrio próximo al río Guaíba, en Porto Alegre, la Casa Carajá recibe el nombre de su calle. La zona presenta algunas peculiaridades climáticas, como la influencia del viento Minuano, que la hace más fresca en verano y más fría y húmeda en invierno. Al ser un antiguo lugar de veraneo, también se caracteriza por un ritmo de vida más pausado, en el que los residentes cultivan el hábito de pasear por las calles arboladas y frecuentar los pequeños comercios locales.

La parcela de 27 x 42 metros tiene una ligera pendiente y está intensamente ocupada por 34 árboles autóctonos, que sirvieron de premisa para el proyecto, ya que los clientes -una pareja joven con 3 hijos y perros y gatos de compañía- no querían retirar ninguno de ellos del lugar.

El primer esbozo del proyecto fue un punto fluido en el espacio entre los árboles existentes, lo que dio como resultado una casa sinuosa y de formas orgánicas que encantó a los clientes desde el principio. El jacarandá de la parcela se insertó en un pequeño patio interior circular, que ilumina el cuarto de baño.

Con grandes aberturas acristaladas, la zona social recibe luz natural constante y tiene contacto directo con el exterior. Para el revestimiento interior de las zonas húmedas, la arquitecta Ingrid Stemmer creó paneles de baldosas hidráulicas inspirados en la cestería de la tribu Carajá, para el salón, la cocina y los baños.

En la zona exterior, el balcón que da al estanque con carpas se pavimentó con guijarros blancos, creando armonía con el agua.